Dedicando el tiempo a dejar pasar el tiempo. Madurez fuera del alcance de la mente

martes, 26 de febrero de 2008

Pongamos que hablo de Madrid


Y todavía no sabes muy bien por qué, te presentas en la estación y te encuentras como si no hubiera pasado nada desde aquella vez hace casi 2 años. O quizás sí, ahora quieres más a esos amigos con los que hace tiempo compartiste bocadillos y cervezas.
En esa gran ciudad parece que la gente tiene que esforzarse por encontrar su caracter diferencial, la falda más corta, la ropa más cara, el que más fuma, el más gracioso, el más rico,... Igual pasa con las empresas, la calle se viste de grandes anuncios, vulgarizando sus edificios.
Me he sentido muy bien acogido por esa ciudad en la que todos son un poco inmigrantes.
Otra cosa ha cambiado, mi regreso en Preferente hacía menos penosa la vuelta a la realidad.

martes, 12 de febrero de 2008

Silueta estilizada


Se ha fundido la luz del pasillo, se ha roto el enganche de la puerta del armario de las chaquetas, se ha partido la escobilla del baño, se ha agotado la pila del reloj del tiempo en mi ventana.
Ahora me toca algo bueno: se tiene que recuperar el equilibrio.

Al final de las nubes


15 días con un objeto negro cual mosca metido en el bolsillo de mi bata, de mi pantalón, de mi pantaloneta, encima de mi mesilla, junto al móvil, junto a las llaves, junto a otro objeto negro.
Hoy lo he sacado de mí, pero no de mi cerebro. Busco su tacto, me siento raro. Ahora tengo que convencer a todo mi ser: olvidate de él.
No zumbó cuando estuve corriendo, no zumbó cuando estuve con amigos, no zumbó cuando estuve con Dios.

lunes, 11 de febrero de 2008

Detrás de la vida


Los ruiseñores cantan en la oscuridad, en la inmensidad del silencio o en el traqueteo de la ciudad nocturna. Sin embargo los hombres por las noches nos volvemos ciegos y sordos.

viernes, 8 de febrero de 2008

Corazón de plástico


Has estado todo el día en el trabajo, es muy tarde, pero tu corazón necesita su dosis de deporte aeróbico.
El aire empieza a entrar seco por tus fosas nasales y a salir saturado de vapor por tu boca, a través de los dientes, dejando presión en su interior, cual enfisematoso. Tus piernas empiezan a entrar en calor en su camino junto al río, después se ponen a tono en tu circuito de jardines, tus ojos miran al cielo estrellado, a los edificios que ascienden cual catedrales, a tus piernas.
Ya estás de vuelta de nuevo junto al río, junto al frío río, junto a los árboles sin fruto.