Dedicando el tiempo a dejar pasar el tiempo. Madurez fuera del alcance de la mente

domingo, 9 de agosto de 2009

La luz del camino


La vida es una baraja de cartas, se van repartiendo y van cayendo desordenadas. Cada carta tiene su propia alma y busca su camino en el mundo. La vida es la baraja, una carta sola sería un haz de luz en la distancia, parpadeante, con destino incierto.
Las cartas no eligen donde caen, pero intentan formar una escalera de color. Encontrar a las compañeras ideales es difícil, unas cartas pueden ser buenas amigas, otras pueden ser el amor de sus vidas y otras, pequeñas o grandes piedras que les lastren o lastimen. La carta no sabe qué le guía, pero sabe cuándo encuentra la felicidad.

1 comentario:

Yo dijo...

Luego, según esta teoría, la vida sería la baraja y nosotros las cartas...

Se me ocurre otra: Que la vida, efectivamente, sea la baraja y nosotros los jugadores. Y que, en ese supuesto, haya alguien, quizás, un ser "superior" que nos reparta las cartas.

En ese caso, seríamos nosotros quienes tendríamos que jugar nuestra partida en base a las cartas que nos han tocado. Y así, iríamos jugando, de la manera que creyésemos más conveniente, deshaciéndonos de unas cartas para "robar" (o pedir que nos repartan) otras. Ya que la vida es la baraja, cierto, pero la baraja admite muchos tipos de juegos y en algunos eres tú quien coge las cartas y en otros, en cambio, te las reparten.

En base también al juego que estemos jugando con nuestra baraja, las cartas tendrán un valor u otro. Y nuestras manos, por tanto, serán más buenas o más malas, no sólo en función de las cartas en sí mismas, sino también del propio juego.

A veces la carta más valiosa será el rey; otras el as... Y en base a ello iremos echando o descartándonos de una carta o de otra para ganar la partida... Iremos robando o pidiendo nuevas cartas decidiendo de nuevo en cada ronda qué cartas conservar y qué cartas jugar. Y así hasta el final.

Pero en el juego de la vida, salvo que te dediques a jugar solitarios, somos muchos los que participamos. Y cada uno de nosotros jugamos nuestras cartas (dicho sea de paso, con más o menos acierto). Todos. A la vez. En la misma partida. Con lo que, todos nosotros, con nuestras elecciones, condicionamos e incluso determinamos, la forma de jugar de otros. Obligándoles a prescindir de una carta que creían valiosa o a jugar su mano de una forma distinta a la que tenían pensada en un principio. Conservar cartas que ya no te "sirven" frente a ganar la partida (o, al menos, intentarlo). Todo sea por seguir jugando... quizás en el siguiente turno te toque alguna carta que te valga. O quizás no, pero eso sólo lo sabrás si sigues en el juego. Por lo que todos tratamos de mantenernos en él el mayor tiempo posible...

Pero ni todos somos buenos jugadores, ni todos tenemos la misma suerte (en los juegos siempre hay una parte de azar, en nuestro caso, las cartas que nos van "entrando"). Otros ni siquiera sabemos muy bien a qué estamos jugando... Y es que jugar a las cartas no es tan fácil como parece. Hasta en los solitarios hay veces en las que se gana... y otras... en las que se pierde. Así que en este juego de la vida en el que jugamos todos, unos ganan en tanto que otros pierden...

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