En mi cocina hay un reloj en el que intenta avanzar el segundero, pero no lo consigue, y así lleva muchos, muchos meses. Me he cansado de cambiarle la pila, no es eficiente.
No marca la hora, no avanza, pero el segundero no deja de vibrar día tras día, en unas agonizantes nueve menos veinte.
¿Y si un día alguien llega y decide que no somos eficientes?
El tiempo pasa tan rápido al rededor mío, que noto como me despeino, a pesar de permanecer a la espera de ver avanzar mi vida.