Al final decidimos adoptar a ese pequeño inquilino de los alrededores de mi huerta, mi madre no pudo resistirse cuando le enseñé las fotos. Propuse el nombre de Rober, una compañera del trabajo me hizo ver hace poco tiempo que ponerle nombres de cosas a los animales era estúpido.
Después de varias semanas, apareció de repente un hombre por la finca, diciendo que era el dueño de nuestro amigo, de nombre Nes según él; así que después de unos días de compartir experiencias, lo recogió (no, no fue precisamente tras él) y se lo llevó.
Adios Rober, te deseo buena vida, amigo.
2 comentarios:
Pobre Rober! Qué carita de pena tiene! A mi me encantan los perros, el mío se llama Lucas.
Enhorabuena;), eres la 10ª persona que escribe un comentario.
Me consuelo pensando que le va a ir bien; si no le apreciase su dueño, por qué si no iba a venir a buscarlo...
Tengo un gato que se llama Lucas, pero el mérito del nombre no es nuestro, venía con él de serie.
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